Contexto
cultural
El yacimiento objeto de nuestro estudio se inscribe en
la cultura castreña, por lo que consideramos oportuno, para
comprenderlo de forma óptima, hacer una breve aproximación a los elementos
fundamentales de ésta. No se trata aquí de hacer una síntesis interpretativa de
los conocimientos que en la actualidad se tienen sobre dicha cultura, sino tan
sólo de dibujar un marco que facilite posteriormente nuestra aprehensión del
Castro de Vigo. Ha de ser ese marco, necesariamente, esquemático
y generalista.
Podemos comenzar diciendo que la definición de la
cultura castreña gira entorno a tres aspectos básicos: el tipo de yacimiento,
el espacio y el tiempo.
El tipo de yacimiento propio de esta cultura es
el castrum, un asentamiento fortificado situado en un lugar elevado
sobre el terreno, que destaca sobre el paisaje aunque no esté excavado. Puede
situarse en zonas altas, llanas, costeras, interiores… Se trata de una
tipología de asentamiento que no es exclusiva del noroeste peninsular, pero que
presenta en el territorio de la antigua Gallaecia algunos rasgos
particulares, relativos a su cronología y a su cultura material específicas.
Cronológicamente, los
límites de la cultura castreña del área galaica suelen establecerse entre los
siglos IX a.C. y I d.C., siendo reocupados hasta los inicios de la Edad Media (CARBALLO,
2000). Dentro de esta horquilla temporal, los especialistas matizan la
evolución de esta cultura en diferentes fases. Aunque existen diferentes
propuestas secuenciales, la mayoría coinciden en dividir la cultura castreña en
cuatro períodos sucesivos, además de compartir algunos elementos
definitorios básicos. Siguiendo a Caamaño Gesto, podemos abstraer sus
puntos en común como sigue:
Habría una Fase Inicial que abarcaría
desde finales de la Edad
de Bronce (finales del siglo IX a.C o principios del VIII a.C.) hasta el siglo
IV a.C. Sus principales características serían las construcciones hechas de
materiales perecederos (reconstruíbles a partir de los fondos de cabaña) y de
planta circular. El nacimiento de la
cultura castreña en cuanto tal habría que entenderlo en el contexto global de
intensificación de la complejidad social, incremento demográfico,
transformaciones tecnológicas y reordenación de los círculos de poder en el
continente europeo.
La
Segunda Fase de la
cultura castreña comenzaría a mediados del milenio, entorno al siglo IV a.C.
hasta el último tercio del siglo II a.C. En sus construcciones ya se combinan
los materiales perecederos con estructuras pétreas. Se mantiene la planta circular,
y la cultura material empieza a documentar contactos comerciales con el sur
peninsular, sobre todo en las zonas costeras: aparecen, por ejemplo,
cerámicas de origen púnico o griego. En
este momento cultural aparecen también los hogares o lareiras en el
centro de las construcciones.
La
Tercera Fase de la
cultura castreña daría comienzo alrededor del año 137 a.C., cuando se produce
la expedición de Decimus Iunius Brutus contra los galaicos, comienzo de
la presencia romana en la Gallaecia:
se documentaron niveles de destrucción violenta correspondientes al s. I a.C.
en la zona meridional de este territorio. El final de la etapa habría que
situarlo en la segunda mitad del siglo I d.C., con las reformas flavias. En
este momento continúan las relaciones comerciales con el sur, como atestiguan
los materiales: cerámicas campanienses de época repulicana, primeros
testimonios numismáticos procedentes de cecas del sur peninsular y aparición de
los molinos circulares, que pasan a convivir con los barquiformes preexistentes.
La
Cuarta Fase se
corresponde ya con una cultura castreña romanizada, el mundo galaico-romano.
Sus características principales son la aparición de construcciones cuadradas u
ovaladas (aunque las circulares no desaparecen), y de dependencias anexas a las
viviendas. Se produce una intensificación del comercio de importación, que se
traduce en la presencia de cerámica fina o de mesa (son muy abundantes los
restos de terra sigillata), a la par que la cerámica común o de cocina. La
cerámica campaniense deja de documentarse, al haber cesado su fabricaciñon.
Esta fase ve también el despertar de la plástica
castreña (aparece la escultura y la decoración arquitectónica), mientras se
hispotasía la escala urbanística, como evidencian las dimensiones de la Citania de Briteiros.
Algunos castros se abandonan en este momento, creándose otros nuevos para
agrupar a sus poblaciones. Monte Mocinho, en el norte de Portugal, sería un
buen ejemplo de este proceso.
De acuerdo con el marco que acabamos de dibujar, habría
que situar al Castro de Vigo entre las fases II-IV de la cultura
castreña, desde su nivel castreño –el castro que nos ocupa estaría habitado por
los heleni, según las fuentes clásicas- hasta la fase ya galaico-romana.
Por último, para una mayor comprensión del sitio
arqueológico que pretendemos analizar, conviene que expongamos de forma muy
breve los principales yacimientos que lo rodean. El Valle del Fragoso
concentra un gran número de poblados castreños, en concreto 27, de entre los
cuales destacan, en primer lugar, el Castro de Vigo y, en segundo, el Monte da
Guía. Muchos de ellos están bastante modificados y no han sido excavados
sistemáticamente, por lo que existen problemas para datarlos con exactitud.
El castro de
Torres de Padín y el de Toralla, excavados también por Hidalgo Cuñarro, son los
que tienen una cronología más antigua, pues se retrotraen hasta la fase inicial
de la cultura castreña. No obstante, el abandono de estos castros también se va
a producir antes, datándose hacia mediados del siglo I de nuestra era. Aun así,
todos los castros de este valle van a experimentar algún contacto o proceso de
romanización.
A partir del s. I d.C. entramos ya en época romana,
distinguiéndose dos fases en la evolución de los castros (HIDALGO y RODRÍGUEZ,
1997). En el primer periodo (ss.I-II d.C.), los castros se reducen a ocho y
aparece un incipiente núcleo poblacional de Vicus Helleni en el Castro
de Vigo, así como un embarcadero. En el segundo periodo (ss.III-V d.C.), se
abandonan definitivamente los castros y nace la ciudad de Vigo ligada a los
intercambios comerciales que se realizan en el puerto y a las villae costeras.
Por tanto, la densidad castreña en este área es
bastante alta comparada con otras zonas de Galicia analizadas, lo que nos
vuelve a poner de manifiesto la importancia de este valle. Además, por toda la
zona se han encontrado cerámicas de importación que nos hablan de un
floreciente comercio marítimo, así como de una gran dedicación a las labores
agropecuarias y de explotación del medio marino.
Una vez contextualizado dentro de la cultura castreña,
podemos introducirnos en el análisis del yacimiento en sí, a partir de la
abundante bibliografía que nos ha proporcionado al respecto la historia de la
investigación-
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