miércoles, 25 de febrero de 2009

EL CASTRO Y LA NECRÓPOLIS ROMANA DE LA ISLA DE TORALLA (VIGO)

En la isla de Toralla se localizan dos yaci­mientos arqueológicos de diferente matiz: un poblado prerromano fortificado y una necró­polis tardorromana. En el breve comentario que se presenta a continuación, se trazan las claves crono­lógicas de los mismos, que nuevos hallazgos y prospecciones en ambos podrán confirmar.

EL CASTRO DE LA ISLA DE TORALLA

Se emplaza este interesante castro en la parte Sur de la isla y el acceso al mismo se realiza hoy día, pasando primeramente el puente que une la isla con la playa del Vao, desviándose luego a la izquierda unos 100 metros.

En la actualidad se encuentra casi totalmente destruido debido a las construcciones realizadas en su recinto y zonas adyacentes.

Poseía este poblado castreño una fuerte muralla que lo defendía en todo su perímetro. Hoy día aún se pueden observar en su zona más elevada varias viviendas castreñas. El castro de la isla de Toralla tenía una configuración irregular con tendencia a la forma elíptica, orientado en sentido Este-Oeste su eje mayor, que no sobrepasaría los 70 metros y su eje menor, Norte-Sur, no llegaría a alcanzar los 30 metros. La muralla consistía posiblemente su única defensa. Junto al carácter de inexpugnable y seguridad que le daba su emplazamiento en una isla.

Esta muralla se adaptaba a las

curvas de nivel del terreno para constituir de esa forma una defensa más solida. El desnivel mayor lo poseía hacia el Poniente siendo suave su caída por el Naciente, por donde se localizaría posiblemente su entrada. La altura aproximada de la muralla oscilaba entre los 2 y los 3 metros. Su anchura variaba entre 1 y 2 metros.

Es de destacar el predominio de las plantas circulares en las viviendas que aún se puede observar hoy en día en su recinto, muy desfigurado por las construcciones realizadas en él

En una de las construcciones castreñas que se conservan en la actualidad podemos observar restos de muros de mampostería de posibles anejos o vestíbulo de la casa. Esta construcción de forma oval, mide 7,60 metros de eje mayor y posee un muro de 0,60 metros de grosor, siendo poligonal su aparejo en la cara externa de la vivienda y de mamposteria en su interior.

En ninguna de las viviendas se observa entrada o indicación de que hubiera puerta en ellas.

Posiblemente sea debido a que lo que hoy observamos sean tan solo los cimientos de dichas construcciones castreñas, pues los muros que se pueden apreciar son de escasa altura. Existían viviendas tanto dentro como fuera del recinto amurallado. Hemos de señalar que algunas de las viviendas situadas fuera del poblado fortificado, se emplazan junto al borde del litoral de la isla, en contacto directo con el mar, observando que algunas de ellas en la actualidad sólo conservan la mitad de su perímetro, pues la otra mitad la destruyó la acción marina. Esto nos hace pensar en un avance del mar, disminuyendo de esa forma el espacio habitable de la isla que podemos contemplar hoy. Como hipótesis y en base a lo anteriormente expuesto, podemos pensar que en la época que se desarrolla la vida en el poblado castreño, la isla estaría a menos distancia de tierra firme o unida a la misma. Es curioso el folclore recogido sobre la isla, que en cierta forma nos habla de ello: «Toralla estaba unida a tierra firme, e había un pobo que viveu alí, pero como a xente era mui ruin e mala, os deuses os castigaron separando o pobo da terra firme».

En este interesante castro realizó las primeras y fructíferas excavaciones arqueológicas José María Alvarez Blazquez, y desde 1990 se han llevado a cabo otras nuevas campañas, dirigidas por diversos arqueólogos, que han aportado un interesante y rico muestrario de piezas arqueológicas que hoy se pueden ver en el museo municipal “Quiñones de León” de Vigo.

LA NECRÓPOLIS TARDORROMANA

Escasos y muy fragmentados son los datos que de esta necrópolis poseemos que se encuentra en la zona media de la isla, en dirección - Norte. Las primeras referencias que tenemos de ella son las de finales de 1913, con motivo del hallazgo fortuito de varias sepulturas al procederse a levantar unas murallas cerca del chalet estival, que la familia Echegaray poseía en la isla, denominado villa Gioja.

En esta fecha se nos señala que en esa zona «se han sacado a la luz varias tumbas trapezoidales, con paredes, fondo y cubiertas de lajas de granito y pizarra regularmente trabadas y colocadas en series de dos y tres superpuestas...» También se nos dice que la cabecera de estas sepulturas estaba orientada hacia el Norte. Se observó que las sepulturas superiores se encontraban vacías, mientras que en las segundas eran más frecuentes los hallazgos de huesos y objetos diversos. Sin embargo se nos señala que» ... los mejores hallazgos —los de fibulas, estiletes y arrancadas— proceden de las fosas inferiores, mezclados con abundantes cenizas, se destacan varios cráneos localizados íntegros, aunque alguno «al lavarlo se les deshizo en el agua».

Poseemos referencias muy vagas de los materiales localizados en estas sepulturas. Así se nos indica que aparecieron varias monedas romanas, un anillo, un pendiente, cuentas de barro ordinarias y varías fíbulas de bronce (Filgueira Valverde, José y García Alén, Alfredo: materiales para la carta arqueológica de la provincia de Pontevedra. Revista del Museo de Pontevedra, VIII 1954-1965, pp. 159 y 199).

El objeto aparecido en esta necrópolis y que poseemos más información de él, es el estilo de bronce, que como sabemos se empleaba como instrumento para escribir en tablillas de cera, a manera de pequeño punzón, poseyendo por una parte una terminación muy acusada y afilada, por donde se escribía y la opuesta presentaba un rebaje en sentido horizontal, con lo cual se podía borrar lo anteriormente escrito. Esta información que poseemos del mencionado estilo de bronce, es gracias a una carta de Juan Echegaray, residente en Buenos Aires (Argentina) y descendiente de Martin Echegaray, que como sabemos fue el antiguo propietario de la isla y descubridor «casual» de esta necrópolis que dirigió hace algunos años al Sr. Ilarri, antiguo conservador del Museo Municipal de Vigo, con ánimo de que se le comprara dicha pieza, que no pudo ser adquirida por el precio exorbitante que pedía por ella. En esta carta se nos dice que el estilo pesa 43 gramos y mide 184 mm. de largo. También nos habla de las circunstancias del hallazgo de este estilo que fue encontrado»... en una sepultura y a la altura de la pelvis, quizás sujeto, el estilo, a la cintura con un cordón de cuero que el tiempo se encargó de desintegrar. Sólo quedaban los huesos de la pelvis y el estilo a su derecha. (Agradecemos al Sr. Ilarri. la amable atención de facilitarnos estas interesantes referencias). (Sobre este objeto tan interesante, ya publiqué hace tiempo un comentario en este mismo blog)

Podemos señalar que posiblemente esta necrópolis data de los siglos IV y V después de J.C. época ya de dominación romana, con igual cronología que las necrópolis de A Coruña, A Lanzada, San Vivente de O Grove, Cantodorxo, castro de Alobre, isla de Arousa, Vigo, Cangas de Foz, Castillóns, Orense, Modorro de San Pedro y O Pombar.

CONCLUSIONES

Es interesante señalar como no van a coincidir en el tiempo estos dos yacimientos arqueológicos y como la isla pasa de tener una función habitacional en época castreña, a convertirse en un lugar de enterramiento en el período tardorromano.

Así, tenemos que como apuntamos, el castro tendrá sus inicios hacia el siglo VI antes de Jesucristo y ya hacia el siglo I después de Jesucristo va a ser abandonado de forma paulatina y pacífica, hasta que se convierta en ruinas.

En cambio, la necrópolis vinculada sin duda a la villa romana de Toralla ( ya en tierra firma y situada enfrente de la isla , a la que le da nombre), se empezará a usar hacia el siglo III después de Jesucristo y podría llegar hasta el siglo VI, si tenemos en consideración el marco cronológico de la villa, pues sus habitantes, son con toda probabilidad, los que van a ser enterrados en ella. Así, en este caso tenemos que la mitología romana, que nos habla del paso al otro mundo tomando una barca a la que hay que pagar con una moneda a su barquero, llamado Caronte, aquí, se da la circunstancia real, de tener que llevar, físicamente el cuerpo del difunto en una embarcación real, a la isla cercana y allí proceder a su enterramiento.

Nota.- En las imágenes, tenemos un molino plano o navicular y un fragmento de una cerámica indígena con decoración estampillada, con una cronología del siglo IV-III antes de Jesucristo, procedentes de las primeras excavaciones del castro, llevadas a cabo por nuestro amigo y maestro, D. José María Älvarez Blázquez y que hoy pueden verse en la sala de arqueología del museo municipal “Quiñones de León” de Vigo.

domingo, 22 de febrero de 2009

MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DEL CASTRO DE VIGO (y VII)

III. CONCLUSIONES

Por las excavaciones arqueológicas realizadas hasta la actualidad en la ladera Noroeste del Castro de Vigo, teniendo en cuenta las secuencias estratigráficas establecidas, así como los materiales que identifican cada una de ellas, podemos señalar tres niveles de ocupación (HIDALGO CUÑARRO 1985b, 523-533), que nuevas campañas pueden am­pliar y concretar más en algunos aspectos.

Estos ni­veles o momentos de ocupación detectados, crono­lógicamente se sitúan de la siguiente forma:

Nivel I: Desde finales del siglo III o comienzos del siguiente hasta el último tercio del siglo I antes de Jesucristo.

Nivel II: su inicio se colocaría hacia finales del siglo I antes de Jesucristo, comprendería todo el si­glo I después de Jesucristo y alcanzaría la mitad del siglo siguiente. Posiblemente en un futuro próximo se podrá dividir esta fase en dos períodos diferentes.

Nivel III: Iría desde mediados del siglo II des­pués de Jesucristo y llegaría hasta el siglo IV.

El momento de mayor auge que posee este po­blado podemos centrarlo durante todo el siglo I des­pués de Jesucristo e incluso pudiera llegar hasta me­diados del siglo siguiente. En esta fase se documen­ta perfectamente un importante comercio de impor­tación, que ya se había iniciado nítidamente en una etapa anterior. Este comercio sería de productos ma­nufacturados de lujo (como cerámica y vidrio, por ejemplo) y provisiones (aceite, vino y salsas de pes­cado), realizándose mayoritariamente por vía ma­rítima.

Este comercio atlántico romano relacionará el Castro de Vigo en particular y los castros del No­roeste peninsular en general con el centro de Italia, el Sur de Francia y diversos núcleos de la Península Ibérica (HIDALGO CUÑARRO 1984, 371-387).

Para finalizar, podemos decir que las excavacio­nes arqueológicas del Castro de Vigo están permi­tiendo estudiar en profundidad y de forma detalla­da la importante fase de contacto del mundo indí­gena y el romano, que será un período decisivo para conocer las características que definen la evolución de la cultura castreña a la sociedad galaico-romana.

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Nota.- En las imágenes, representación de una embarcación romana comercial, en un mosaico bicolor y dos monedas de oro romana. El augue del castro de Vigo, en el siglo I va a suponer un relanzamiento de las relaciones comerciales con otros puintos y el inicio de una cierta circulación monetaria en la zona.

MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DEL CASTRO DE VIGO (VI)

5. LOS OBJETOS DE HIERRO

En las diferentes campañas que se llevaron a cabo en este yacimiento se localizaron diversos ob­jetos de hierro, siendo muy abundantes los clavos (de diferente tipología), los arcos o argollas y las lá­minas o placas. Sin embargo, se encontraron algu­nas piezas que, por su interés, analizaremos a con­tinuación.

Así tenemos un cuchillo de hoja curva que posee dos pequeños agujeros en su espigo para facilitar el enmangue de su empuñadura de ma­dera, cuyos paralelos tipológicos más próximos nos dan una cronología que nos acerca en torno al siglo IV-III antes de Jesucristo (CERDEÑO SERRANO 1979, 56, 59-60, 67-68 y 74; figs. 3, núms. 2, 3, y 4, y 4, núm. 6, y FERNÁNDEZ-GALIANO 1976, 60, fig. 1, núms. 2-4).

Poseemos también varias puntas de jabalina y lanza, muy frecuentes en ya­cimientos de la Meseta (CERDEÑO SERRANO 1981, 195 y ss.).

Finalmente destacar un fragmento de sierra (bastante bien conservado, que podemos fe­char en época de Adriano, habiéndose encontrado piezas similares en Portugal y Cataluña (SALETE DA PONTE 1974, 4 y ss., y SANAHUJA YLL 1971, 62 y ss. y fig. 18, núm. 1).

6. LOS OBJETOS DE PIEDRA

Sin lugar a dudas, fueron los molinos circulares de mano los que en mayor número se recogieron dentro de este apartado (alrededor de treinta). Este tipo de piezas presenta diversas variantes y su uso está muy bien estudiado (CORREIRA BORGES 1978, 113-132). También se recogieron abundantes piedras de afilar y alisar, así como pesos de pesca o «poutadas».

Destaca un entalle en ágata que reproduce al tema de una cuádriga con su auriga y que fechamos hacia mediados del siglo I después de Jesucristo.

Por último, mencionar el hallazgo de diversas hachas pulimentadas, que presentan una variada gama de formas y tamaños. La aparición de estas piezas en castros llama la atención y actual­mente se cuestiona su función y la cronología de las mismas (DE BLAS y MAYA 1974, 5 y ss., y FÁBREGAS VALCARCE 1981, 27-38).

7. LOS OBJETOS DE VIDRIO

De este tipo de objetos poseemos: fichas de jue­go, cuencos de costillas y cuentas de collar o pulsera.

Las fichas de juego o «tessalae» hasta ahora apa­recidas son cuentas semiesféricas de color blanque­cino y azul. Se suelen localizar frecuentemente en castros ya romanizados (FERREIRA DE ALMEIDA 1977, 16 y 37).

Se recogieron numerosos fragmentos de cuencos de costillas de diferentes tonalidades: azul, verde, amarillo y blanco. Este modelo de recipiente de vi­drio se data generalmente en todo el siglo I después de Jesucristo (VIGIL PASCUAL 1969, 103 y ss).

Finalmente, tenemos diversas cuentas de collar o pulsera de diferentes dimensiones, formas y co­lores, muy corrientes en castros con claros influjos romanos (CARDOZO 1976, 53 y ss., y MARTÍNEZ TAMUXE 1983, 103; etc.).

Nota.- En las imágenes reproducidas, de arriba a abajo: un detalle del extraordinario entalle de anillo, representando una cuádriga y su auriga; un molino de mano completo; y en el dibujo a escala, tenemos, un puñal afalcatado; un fragmneto de sierra; y dos hachas pulimentadas.


MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DEL CASTRO DE VIGO (V)

3.LAS MONEDAS

En las diferentes campañas arqueológicas reali­zadas en el Castro de Vigo se localizaron dos mo­nedas de plata y siete de bronce, bastante bien con­servadas y que permiten su correcta identificación.

De las primeras tenemos un quinario de Octa­vio Augusto, cuya ceca de emisión fue Emerita Augusta y su fecha de acuñación se sitúa en torno al año 25 al 23 antes de Jesucristo (BELTRÁN MARTÍNEZ 1976, 95 y ss.). Y la otra es un denario de Vitelio que fechamos hacia el año 69 después de Jesucristo y cuyos paralelismos son muy conoci­dos (HAROLD MATTINGLY 1965, 372 y ss.).

De las monedas de bronce, mencionaremos pri­meramente una ibérica. Se trata de un as de patrón semiuncial reducido, cuya ceca de emisión fue Gades y su acuñación podemos enmarcarla en un pe­ríodo entre el 45 antes de Jesucristo hasta la época de Claudio (GUADÁN 1980, 23, fig. 80).

Tenemos luego, un sestercio de Agrippa, que po­demos fecharlo entre el 39 al 27 antes de Jesucristo (SEABY 1981, 160, fig. 3).

Otra es un as de Octavio Augusto (27 antes de Jesucristo al 14 después de Jesucristo), cuya ceca de emisión fue la ciudad portuguesa de Évora (STEVENSON 1982, 354; SIMOES COELHO 1972, 45, y GIL FARRÉS 1966, 391 y 416). En otro as de Oc­tavio Augusto vemos la «caetra» en su reverso, lo que nos permite fechar su emisión entre los años 27 al 23 antes de Jesucristo (CAAMAÑO GESTO 1979, 67-76).

Del emperador Adriano poseemos un sestercio y un as, de ceca incierta, pero cuya cronología se centra entre el 117-138 después de Jesucristo, sien­do los paralelismos existentes muy numerosos (LA-FUENTE 1877; BELTRÁN MARTÍNEZ 1950, 245­246; por ejemplo).

Finalmente, añadir que se localizó también un as de Trajano (98 al 117 después de Jesucristo).

4. LOS OBJETOS DE BRONCE

De este metal se encontraron numerosos obje­tos: fíbulas, alfileres de tocador, agujas, espátulas, cadenas de pequeñas dimensiones, clavos, apliques, cuentas de collar o pulsera, fragmentos de sítulas, colgantes... De todos ellos nos detendremos a ana­lizar las diferentes fíbulas que se recogieron en este castro y que forman una variada tipología.

Las más abundantes son las conocidas como fí­bulas anulares romanas. Dentro de este tipo tene­mos diversas «en omega» y otras «de aro interrumpido» .Según diferentes autores, estas piezas poseen una cronología que en ocasiones no coinciden unos con otros. Así tenemos que si para Salete da Ponte se datan en los tres pri­meros siglos de nuestra era, según Ettlinger se pue­den fechar aún hasta el siglo siguiente, mientras que para Jobst, por último, ya se dan en la segunda mi­tad del siglo II antes de Jesucristo y llegan tan sólo hasta la primera mitad del siglo III antes de Jesu­cristo (MARINÉ 1978, 372-394).

Tenemos luego varias fíbulas de charnela y arco triangular, cuya cronología se centra hacia el cambio de Era, pues si bien se dan en el si­glo I antes de Jesucristo, son más frecuentes en el siglo I después de Jesucristo (SALETE DA PON­TE 1973, 182; 1979, 197, y 1982, 157).

También poseemos diversas fíbulas de las deno­minadas trasmontanas, que se fechan en torno a los siglos III-II antes de Jesucristo (SALETE DA PONTE 1980, 111-115).

Otro tipo de fíbula presente en este yacimiento es la conocida como de largo travesaño sin espira Su cronología se sitúa alrededor del si­glo III al I antes de Jesucristo (FARIÑA BUSTO 1979, 28 y ss.).

Por último, poseemos un interesante ejemplar, que corresponde al tipo 41 de Ettlinger y que deno­mina lunulae por la forma que tiene. Para la mencionada autora se puede datar entre el año 20 y el 50 después de Jesucristo (ETTLINGER 1973, 29 y 113, lám. 12, núms. 18 y 19).

Nota.- En las ilustraciones, tenemos: un fragmento de bronce de una "sítula" decorada con ,otivos geométricos; una fíbula de las llamadas "trasmontana; y finalmente, en un dibujo a escala, diferentes pequeños objetos de bronce: fíbulas, cadenilla, alfileres para el pelo, espátula,colgantes,...

MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DEL CASTRO DE VIGO (IV)


2.2. Cerámica común

Este tipo de cerámica se puede analizar muy sin­téticamente, englobándola en tres grupos: de coci­na, de mesa y para guardar y transportar provisio­nes. Mención aparte merecen las pesas de telar y al­gunas «tegulae» recogidas.

La cerámica de cocina nos muestra gran varie­dad de ollas con borde vuelto hacia afuera (algunas con ranura en el mismo, para ajuste de su tapa);cuencos con borde horizontal y con visera; platos de borde engrosado; platos de borde bífido; fuentes de barniz interior rojo-pompeyano; tacitas de cuerpo agallonado; morteros y tapaderas de diver­sos tipos.

La cerámica de mesa nos viene documentada so­bre todo por recipientes de paredes finas de varia­da tipología y por jarras.

De estas últimas, tenemos jarras de un asa con boca y cuello anchos, bocales de un asa con boca ancha y cuello poco marcado, jarras de boca ancha y pico y jarras con pico trilobulado. Destaca de to­das ellas una que posee en la zona central de su cuer­po un «grafitti» que consiste en una rosácea de seis pétalos, inscrita en una circunferencia.

Esta cerámica común romana de cocina y mesa nos muestra modelos bien estudiados y cuya crono­logía va desde comienzos del siglo I hasta finales del III después de Jesucristo (VEGAS 1973; SANTROT 1979; TRUFFEAULIBRE 1980; ALARCÁO 1974, y BELTRÁN LLORIS 1978).

Son numerosos los yacimientos romanos en don­de vemos este tipo de cerámica bien representada, con diversas variantes: Caesaraugusta (BELTRÁN LLORIS, AGUAROC, MOSTALAC y SÁN­CHEZ, 1980); Pompaelo (MEZQUIRIZ DE CA­TALÁN 1978); Lacipo (PUERTAS TRICAS 1982); Cástulo (BLÁZQUEZ 1979, 240 y ss.); Complutum (FERNÁNDEZ-GALIANO 1984); Lancia (JORDÁ CERDÁ 1962); Tiermes (VARIOS, 1984); Cartuja (SERRANO RAMOS 1978, 243 y ss.); Portus Illicitanus (SÁNCHEZ FERNÁNDEZ 1983, 285 y ss.); Testar de Onda (IVES MONTMESSIN 1980, 243 y ss.); entre otros muchos que podíamos citar, ciñéndonos a la Península Ibérica.

De cerámica para guardar y transportar provi­siones tenemos también numerosos ejemplares. De la primera, poseemos ollas de borde engrosado y vuelto hacia afuera y diversos tipos de dolios. En cuanto a ánforas, podemos decir que existen dos grandes grupos.

La gran mayoría corresponde a ánforas impe­riales españolas, que se englobarían en una extensa familia que denominaremos Dressel 10-24 y que sirvieron para traer hasta nuestras cos­tas salsas de pescado de la Bética. Su cronología es amplia, abarcando los tres primeros siglos de nues­tra era (BELTRÁN LLORIS 1970, 388 y ss.).

Tenemos, sin embargo, también algunos ejem­plares del tipo Dressel I, con sus tres variantes A, B y C, destinados al transporte de vi­nos itálicos y cuya cronología va desde el siglo II antes de Jesucristo hasta el tiempo de Augusto (LAMBOGLIA 1955, 241-270).

Poseemos dos marcas de alfarero: LHOR y TSP. Son muy abundantes los remates o puntas de ánfora que tienen «grafitti» de motivos geométricos o de letras mayúsculas.

Por último, podemos señalar que fueron muy numerosos los «pondus» o pesas de telar que se han localizado en este yacimiento, llegando a rebasar los cincuenta ejemplares. Existe una variada tipología que no se aparta de las ya conocidas en otros yaci­mientos (FATAS 1967, 203 y ss., por ejemplo).

Finalmente, para concluir este amplio apartado sobre la cerámica romana del Castro de Vigo, diremos que se recogieron abundantes tégulas e ímbrices, destacando una tégula que posee en su zona cen­tral una gran perforación, posiblemente destinada a facilitar la salida del humo procedente del hogar del interior de la vivienda. El paralelo más cercano que hemos encontrado a esta peculiar pieza lo po­seemos en Conímbriga y se fecha en período augusteo (MOUTINHO DE ALARCÁO y SALETE DA PONTE 1984, 240).

Nota.- En las imágenes, de arriba hacia abajo tenemos: la "tégula" con orificio central; un reciente de cerámica de tradición lusa, denominda "de cinzenta fina"; y un dibujo a escala de una jarra y fuentes. Destaca la jarra, con el "grafitti" de la rosácea inscripta en un círculo, motivo que podemos ver en las estelas funerarias, datables tres siglos posteriores.